Ya llegó «Un Tesoro en las cumbres. Aprendiendo a meditar» escrito por Ramiro Calle y editado por Cuento de Luz. 2015
Feliz de poder ofrecer mi mirada en un trabajo relacionado con la meditación, y más aún si lleva la pluma de Ramiro Calle, que siempre nos comparte tantas enseñanzas. Y agradecida a la meditación, pues es a ella a la que le debo en gran medida que hoy me dedique a la ilustración. Mi relación con la meditación empezó hace años cuando leí algo sobre “mindfulness” y comencé a investigar, luego siguieron clases, personas, libros. Así me inicié en la meditación. Pronto relacioné que algo similar venía sintiendo casi desde pequeña cuando pintaba, ahí aparecían los momentos de mayor atención, de autoconocimiento, de lucidez, de percepción clara, de mejora… Y una vez que decidí que ya era hora de dedicarme de pleno a los pinceles, la meditación se convirtió en una herramienta imprescindible en mi trabajo diario, me ofreció serenidad y fortaleció mi voluntad para seguir con mayor resolución, con consciencia y con valentía.
A partir de una actividad meditativa se mejora la capacidad de explorar, observar, de concentrar la mente, de conectar (con uno y el entorno) y de autorregular estados emocionales. Aunque normalmente se asocie con adultos, el ejercicio de la meditación puede resultar si cabe aún más beneficioso cuando empieza a practicarse durante la infancia. Puede suponer un ingrediente fundamental para lograr el bienestar a lo largo de toda la vida del niño y de la niña. Si en la edad adulta, la meditación ayuda a reducir el estrés y a equilibrar el ser interior, durante la niñez a estos se les suman beneficios relacionados con el aprendizaje, estos son algunos de los beneficios que destacan diferentes estudios y estudiosos, como Ramiro Calle. No resulta extraño que numerosas escuelas hayan comenzado a practicar esta técnica con sus alumnos y alumnas.
Después de «Yoga en la Selva» álbum para iniciar en el Yoga a los más pequeños, que fue el primer trabajo que realizamos juntos, Ramiro Calle se animó a continuar con la historia para hablar a los más pequeños de meditación, y Ana Eulate, directora de la editorial Cuento de Luz apostó enseguida por continuar con el trabajo. En este nuevo volumen los mismos protagonistas, dos amigos procedentes de diferentes culturas continúan viaje y enseñanzas por la India. En “Un tesoro en las cumbres” descubrirán, desde las cumbres más altas de la Tierra, que el tesoro más valioso para una vida tranquila y feliz se encuentra dentro de nosotros. «Un tesoro en las cumbres» sugiere sencillos ejercicios de concentración y de atención y, a través de una pequeña aventura, nos inicia en la beneficiosa práctica de la meditación: concentrarse en el trino del pájaro, sentir cada uno de nuestros pasos o percibir cómo se llena nuestro corazón de alegría.
Pinceladas al proceso
La ilustración del álbum llevó unos 3 meses. La fase de documentación fue muy fluida, pues en el 2011 había visitado Nepal y tenía muy presente la cordillera Himalaya, que en esta historia se convertía en el hilo conductor; ahí estaban los colores, los montes, las cumbres, los cielos. De la mano de Ramiro Calle, que me compartió fantásticas fotos de sus viajes a la región, pude tener panorámicas y documentación gráfica de Darjeeling y del tren de juguete, el Ferrocarril del Himalaya, que aún realiza algunos de los servicios con locomotora de vapor.
Y como una siempre busca anclajes con las historias que ilustra, este cuento me brindó la oportunidad también de profundizar en el cultivo del té, del que soy muy amante. Mientras aún estaba inmersa en las ilustraciones viajé a Turquía en mis vacaciones, lo que no imaginé fue encontrar plantaciones de té, y en cuanto supimos de ellas nos desplazamos hasta la costa oriental del Mar Negro y del país, se trata de una zona muy húmeda y con valles que penetran hacia el interior cubiertos de bosques. Fue en esta región limítrofe con Georgia donde los turcos consiguieron finalmente cumplir su deseo de cultivar té. En la ciudad de Rize y sus alrededores se contempla el particular paisaje de las plantaciones de té donde se produce la totalidad del que se consume en el país, uno de los primeros consumidores y productores mundiales. Y sí, ahí estuvimos, en mitad de las plantaciones, que son enmarañadas y densas, tocamos las hojas, olimos las flores y finalmente degustamos el té…
La paleta de colores se definió después de la primera lectura, los morados y púrpuras aparecieron claramente, colores que asocio con la transformación, con la espiritualidad, con la serenidad. El blanco que me aporta pureza y claridad también ha sido uno de los colores principales de la paleta intentando recrear un ambiente etéreo. Ahí entran los verdes y azules de una manera discreta, pero dando chispitas de atención.
El gato Emile se convierte de nuevo en ese compañero de viaje, sigiloso y discreto y a través de las ilustraciones se puede seguir una narración paralela, en la que el gato, sigue a escondidas a los dos niños en su aventura, experimentando las mismas sensaciones y siendo testigo en secreto del aprendizaje. Este pequeño guiño surgió en la fase de planificación de las escenas, en el story, para ofrecer una nota de humor, o al menos generar simpatía y complicidad con el lector/a.
Normalmente dejo casi para el final la ilustración de la portada, que se va construyendo en la mente poco a poco, y va bebiendo de las diferentes escenas, pero en esta ocasión había estado presente desde el inicio la idea de Raví y el gato Emile, sintiéndose inmensos y en paz coronando una de esas cumbres. Y esa sensación fue la idea fuerza que trabajé finalmente.